¡Había que ganar y se ganó! Vélez sacó adelante un durísimo partido en donde le costó mucho fluir con su habitual juego, ante un Tigre que dio pelea en cada rincón del campo. El Fortín logró imponerse porque nunca dejó de creer y a seis fechas del final tiene en claro que con entrega total y convencimiento pueden suceder noches de euforia y alegría como la de hoy en el Estadio José Amalfitani.

El Matador llegó a Liniers con la misión de sumar. Liberado de la angustia por permanecer en la máxima categoría, el equipo de Sebastián Domínfuez disputó cada pelota en la primera etapa y forzó al error de un Vélez confuso, que tampoco se vio ayudado por el campo de juego.

Las dos primeras chances fueron de la visita. Un milagroso despeje en la línea de Valentín Gómez impidió que sea gol el cabezazo de Agustín Cardozo. Más tarde, Tomás Marchiori le tapó una media vuelta Facundo Ferreyra. Vélez con la pelota no llegaba claro, mientras que Tigre se las arreglaba con ingenio.

En el segundo tiempo la historia fue otra, porque El Fortín continuó errático en los metros finales pero le imprimió mucha intensidad en cada avance generando que el rival se refugie cada vez más en su terreno. Así tuvieron sus oportunidades Francisco Pizzini, quien a un par de metros del área chica, remató increíblemente por encina del travesaño y luego Felipe Zenobio le ahogó el grito Braian Romero: el goleador del campenato sacó un fortísimo remate que dio en el hombro del arquero y se fue al córner.

Con el ingreso de Elías Gómez en su vuelta, el equipo ganó en salida desde el fondo. El ingreso del lateral impulsó el crecimiento Thiago Fernández y Claudio Aquino; el equipo se mostró mejor balanceado con Bouzat en zona media y así encontró los caminos al gol.

Corría el minuto 29, la ansiedad adentro y fuera de la cancha era total. Elías Gómez aceleró el juego por banda, Golosina la dejó pasar y Aquino condujo rumbo al área, para habilitar a Thiago que elucubró el armado de la jugada por izquierda a pura gambeta, hasta que el 22 sacó un centro rasante y sucedió lo que parecía imposible: la pelota se desvió primero en Martín Garay, luego en Gian Nardelli y de carambola descolocó a Zenobio para desatar un eufórico grito de gol. 

Tan difícil se hizo acertar al rectángulo d 7,32 m de ancho x 2,44 m de alto, que el balón terminó ingresando por obra y gracia de un gol en contra. En la vida como en el fútbol, siempre hay que tener un poco de fortuna cuando se busca un sueño con persistencia.

Atrás quedaron los tres empates en fila que permitieron que varios equipos se acerquen a la cima. Ganar multiplica la confianza en medio de un mes determinante como lo es noviembre para el gran objetivo de todos. 

¡Vamos nosotros, Fortín de mi vida!