El equipo comandado por Omar De Felippe cayó ante el conjunto de Jorge Almirón, en un encuentro de trámite raro; donde mereció la derrota al mismo tiempo en que pudo haberse llevado algo del Néstor Díaz Pérez.

Así de confuso es el análisis aún tibio de la caída de Vélez en La Fortaleza, con esa mezcla de sensaciones que tienen que ver desde los errores que llevaron a darle puerta a los goles de Lanús, pasando por las situaciones que contó el Fortín y cómo llegó a generarlas; hasta los buenos guiños de juego en busca de reafirmar una identidad de juego con la impronta de muchos valores jóvenes que comienzan a asumir responsabilidades en el equipo.

Todo conlleva a analizar en esta crónica estos 90 minutos que si bien no dejan rédito en el cuadro de Liniers; tiene la impronta de ir marcando un rumbo.

Porque si bien el Granate hizo pesar en momentos del juego su jerarquía en nombres y ese andar aceitado de su sistema y sus líneas; no llevó más peligro que tres situaciones de gol (dos convirtió, una tapó Aguerre) y ningún tiro de esquina. Pero tiene que ver algo que en el fútbol es vital para cualquier equipo y para salir adelante en cualquier encuentro, la eficacia. Lanús fue todo lo efectivo que no fue Vélez y ahí radica la principal diferencia.

La primera la tuvo a segundos de iniciado el juego cuando el Laucha Acosta le ganó la cuerda a Grillo por izquierda, llegó al fondo y buscando el centro atrás se encontró con un seguro Aguerre. La segunda fue a los 18 minutos, en esa combinación perfecta entre Toledo y Sand, que lo tuvo al legendario delantero habilitando al ex Vélez ante el quedo de seguir la marca del fondo fortinero y con un toque sutil venciendo al uno. La tercera y última, fue a los siete del complemento y fue una exquisitez convidada por una última línea velezana que vio como se movió la pelota de izquierda a derecha para que llegue a la carrera el Uruguayo Silva y con una gran definición después de varios toques le ponga cifras definitivas al juego.

Definitivas porque justamente Vélez no estuvo fino en las claras en momentos claves. A poco del final del primer tiempo, Pavone se dio media vuelta, cruzó el remate y ante la mirada impotente de Andrada, Zabala en el segundo palo intentó ponerle el pie al balón fuerte que se le escurrió por debajo de la suela con todo el arco a su merced. Increíble. A los dos minutos del complemento y con el partido 0-1, lo tuvo solo Correa que la tiró a las nubes tras un pase colosal de Martínez debajo del arco. Imposible. Ni que hablar de la del minuto 43, en esa triple salvada en la línea cuando el equipo buscó desesperado el descuento que le meta presión al local. Nada, ni una, le salió a un Vélez que perdonó demasiado al que no perdona.

Sin embargo, la sensación tiene ribetes dulces en el paladar por algunos destellos de un equipo que en cancha muestra dosis de rebeldía al momento y que pide la continuidad de valores jóvenes que surgen y que por momentos, más allá de su corta experiencia, no pareciera pesarles la situación. Entran con ganas y enchufados, caso de Cáseres, Nico Domínguez o Matías Vargas. Vélez lo buscó y desequilibró con un Martínez que en el pie a pie fue siempre constante; con un Pavone que obligó y se fajó fuerte con los centrales (pudieron haberle cobrado alguna falta en el área). Pero sin embargo, las buenas sensaciones reciben la cachetada de la derrota.

No queda más que aferrarse a lo bueno y seguir trabajando. La cita es el lunes y el rival es el golpeado Belgrano. En casa no se perdonan los goles que se deben marcar.