Sin dudas, la noche del lunes terminó siendo el peor escenario imaginado para Vélez. Con la caída en el Amalfitani a manos de un muy buen Unión de Santa Fe por dos goles y con la posterior renuncia al cargo de entrenador de Omar De Felippe, en un momento crítico del juego del equipo.

Es que en algún punto, la injusta, dolorosa y desgastante eliminación de la Copa Argentina en Santa Fe enmarcada en el mejor rendimiento del equipo ante los tucumanos; una semana más tarde y desdibujando el juego, pasó factura, acusó recibo y el Fortín lo pagó muy caro.

Es que en un todo por tratar de comprender este presente uno cae en la cuenta de las ausencias con la que cuenta el equipo en puestos claves, de soldados que se cayeron en el andar de librar batallas fecha tras fecha; sumado al impacto ocasionado en la copa terminó alternando un presente que hoy es preocupante.

Porque también, al igual que en La Plata con Gimnasia, Unión propuso claros sus argumentos y con órden primero, más luego decisión y hasta cierta cuota de lujo a un toque, se te mostró superior y te dejó sin poder reaccionar aún con tiempo en el marcador para intentar aspirar a aferrarte a algo en casa.

En Vélez volvieron varios y De Felippe buscó la levantada con nombres que podían darle frescura en los últimos tramos del campo rival. Con un tridente detrás de Romero, compuesto por Vargas, Correa y Delgadillo; quienes arrancaron con buena movilidad y con rotaciones en el frente de ataque, pero que con el correr de los minutos y el resultado adverso, se desdibujó en la idea y hasta a Vélez le costó llegar con claridad al arco de Castro, no solo en la primera parte, sino también en casi todo el juego. Fue muy bueno desde la entrega y desde intentar siempre de Santi Cáseres, uno de los jugadores jóvenes más consolidados de este equipo que crece a los golpe; como también fue un buen primer tiempo el de Nico Domínguez. En el arco, Rigamonti hizo lo imposible y tapó tres pelotas claras de gol, en lo que de encajarlos, podría haber sido una catástrofe.

La visita encontró la ventaja en un tipo de jugadas que dicen mucho. Por el lado de Unión la finura y la virtud de Soldano para resolver pronto (casi sacándose la pelota de encima) con un centro sobre la marca que en su desvio terminó encontrando el segundo palo de emboquillada de un Rigamonti desesperado para manotear lo imposible. Encima en el complemento, y en una contra que lo agarra mla parado y con el arquero de Vélez salió a achicar rápido, una serie de rebotes lo habilitaron a Gamba que lo quemó a Amor que en la línea no pudo despejar y terminó metiendo la pelota a red.

Vélez lo buscó más con vergüenza que con idea clara. Pudo haber descontado con un cabezazo del Churry Cristaldo a quema ropa que resolvió el arquero de maravillas; pero solo el reloj corría con un destino fijo y era el de cerrar el encuentro con esa ventaja para los de Madelón.

En el vestuario y con bronca, Omar De Felippe le puso punto final a un trabajo a conciencia que realizó en el último año en este Vélez apretado por los puntos. En la semana y en cada ensayo, el entrenador y su cuerpo técnico sin dudas intentaron sacar con mucho trabajo, lo mejor de un plantel de pibes que acusan el crecimiento con altibajos. Para descomprimir y para que los pibes jueguen más relajados, señaló Omar en la conferencia que marcó su despedida del banco velezano. Con el agradecimiento implícito de haber puesto la cara, el lomo y la salud en uno de los momentos más difíciles y esas cosas se valoran con el propio peso en oro; repudiando absolutamente al infeliz que lo salivó desde la Platea. En estos tiempos díficiles, gracias Omar por haber dado lo mejor.

Vélez tiene que seguir y levantarse. No hay tiempo para sufrir, ni para lamentarse. No queda más que levantar la cabeza, apretar los dientes y darle una vez más con todo para adelante. Es la única forma de salir de esta. Vendrán las elecciones y sin lugar a dudas, el que tiene que ganar más allá de las banderas políticas... siempre es Vélez.