Una vez más, los violentos, los que desprecian el deporte, volvieron a ganar. Tal como viene sucediendo hace décadas en el fútbol vernáculo. Sabaleros y Fortineros comenzaban a aclimatarse en el cruce por la fecha 22 cuando, a los 22 minutos del primer tiempo, ya habían caído al campo de juego tres bombas de estruendo provenientes de la tribuna del equipo local. Todas, explotaron muy cerca del arquero César Rigamonti.
Al árbitro Andrés Merlos no le quedó más que cumplir con su advertencia (tras el segundo proyectil había dejado en claro que con uno más que cayera suspendía el partido) y ambos equipos comenzaron a dejar lentamente el terreno "por falta de garantías". No había nada más en juego porque la barbarie volvió a imponerse.Y por goleada.
En esa porción de tiempo disputado, Vélez y Colón no ofrecieron mucho más que un par de aproximaciones por lado. El césped mojado comenzó a acelerar las acciones pero ambas defensas desbarataron la mayoría de los ataques. Así todo, daba la sensación que los dirigidos por Gabriel Heinze comenzaban a imponer su condiciones con la idea de jugar por abajo y buscando por las bandas.
Corría el minuto 22 cuando los violentos volvieron a mostrar sus credenciales. Esas que atemorizan, degradan y golpean cada vez más fuerte al fútbol argentino.