Junta Histórica

A Carlos Bianchi nunca lo voy a olvidar...

Se cumplen 23 años de la despedida de Bianchi como técnico de Vélez. Ese fue el último vínculo oficial con el club de sus amores, el que lo vio nacer, crecer y convertirse en el entrenador más ganador, el máximo goleador y en uno de los ídolos más grandes de la historia.

Por Junta Histórica

La noche del 29 de junio de 1996 quedará grabada como una de las jornadas más emotivas vividas en el Amalfitani. No se obtuvo un campeonato -como solía suceder por aquellos años-. ni un triunfo resonante ante algún equipo encumbrado, ni se convirtieron goles que se repetirían una y mil veces con el paso de los años. Era nada más y nada menos que la despedida de Carlos Bianchi como técnico de Vélez.

Ese joven que irrumpió a fines de la década del 60 y se ganó un lugar a fuerza de goles en la Primera de Vélez, casi 30 años después ponía punto final a su carrera como entrenador del plantel profesional. En su brillante paso lo colocó, en apenas tres años y medio, en un lugar tal vez inalcanzable, porque transformó y para siempre, la realidad futbolística del Club, llevándolo a la cúspide del mundo.

Pero aquella fría noche del 29 de Junio de 1996, “su” equipo derrotó a Colón 2 a 0, por la 16ª fecha del Torneo Clausura. Y a falta de cuatro jornadas para el final del campeonato, Bianchi dejó el destino y la ilusión de todos, en manos de su colaborador y amigo Osvaldo Piazza. Ese día, finalizado el encuentro ante el “sabalero”, los jugadores se retiraron como es habitual, pero nadie se movió del estadio. La multitud vivió con alegría el triunfo, pero sabía que había algo más, un momento emocionante como pocos.

Minutos después, los futbolistas volvieron cambiados al césped, y el eterno goleador recibió de parte de ellos y de los hinchas, la despedida que tal vez por diferencias de calendarios, no fue la ideal, pero sí la merecida. En un discurso interrumpido varias veces por las repetidas lágrimas del Virrey, que en vano intentó ocultar, terminaron quebrándole la voz y lo obligaron a bajar la mirada en numerosas oportunidades. Roma lo esperaba para buscar nuevos horizontes y desde esa noche, todo lo que le dio a Vélez -como dice el tango- iba a entrar en su pasado.

En esa coyuntura, difícilmente se puede vaticinar si los alejamientos son temporales o eternos, tal vez ni el propio Bianchi lo podía garantizar. Sólo se atrevió a dejar una pequeña luz de esperanza por si el destino le preparaba -a su Vélez- alguna etapa oscura que pusiera en peligro mucho de lo que se había conseguido en tiempos dorados: “No conduciré al equipo en el futuro, sólo si las cosas marchan mal. Pero eso no ocurrirá".

Y por suerte, Bianchi tuvo razón y finalmente eso no ocurrió. Más allá de saber si Carlitos hubiese estado dispuesto a pagar esa promesa, los nubarrones se alejaron y el famoso compromiso del Virrey quedó sólo en eso.

La otra recordada frase del Virrey que tuvo a miles de fortineros como garantes y testigos, esta sí se cumplió, fue: "Si el equipo tiene posibilidades de salir campeón haré lo imposible para estar junto con los jugadores en la última fecha en el cotejo ante Independiente".  Y 51 días después, Bianchi se sentó a sufrir el 0 a 0 ante Independiente, con el recordado penal atajado por Chilavert a Burruchaga, que comenzó a sellar la obtención de un campeonato inolvidable.

Bianchi se despidió dentro del Amalfitani y cerró su saludo con una frase simple, pero que así como la dijo él, también podría haber sido atribuída a cualquiera de los fortineros desde lo más profundo de su sentimiento: “Chau, Adiós y Gracias”.