Institución

Diez años sin Emmanuel

El 15 de marzo de 2008 una bala asesina segó la vida de Emmanuel Álvarez. Un disparo de un imbécil le puso fin, en un segundo, al pasado, al presente y al mañana de un pibe de 21 años, amante de los colores de una camiseta, y cuya única imprudencia fue haber sido parte de una caravana que peregrinaba rumbo a una fiesta popular, un partido de fútbol.

El trágico suceso puso en evidencia la orfandad tutelar del Estado. Fallaron las fuerzas de seguridad, aseguraron nada. Falló la justicia, perezosa para encontrar y condenar al responsable, injusta. Fallaron las normas, imperfectas y avaras, en y para el castigo. Falló la asistencia social y la educación, morosas añejas en la enseñanza de virtudes como la dignidad, el respeto, la tolerancia y sobretodo, en el adoctrinamiento, desde pequeña edad, acerca del valor del bien más preciado que tenemos, el de la vida.

El Gordo, como pudo ser cualquiera, quedó involucrado en un ámbito con un entorno impregnado, desde hace largo tiempo, por los arrebatos agresivos, la pasión sin razón y la violencia.

La sociedad toda debe ser protagonista en los procesos de cambio. La protesta sostenida, o este modesto recuerdo, advierten, trascienden y fuerzan al impulso de políticas, o instrumentos legales, tendientes a erradicar estos episodios violentos. Concientizar y reflexionar sobre estos temas debe ser un reto individual y colectivo, una consigna diaria.

Escaldados por el dolor, los padres de Emma, sus familiares y sus amigos, jamás podrán digerir la realidad de su ausencia física. El resto de la comunidad está obligado a acompañar ese sentimiento y a pelear para que estos dramáticos hechos no vuelvan a repetirse.  

Hace una década Emmanuel dejó un vacío imposible de llenar.

Emmanuel somos todos.

NUNCA MÁS